dissabte, de maig 28, 2011

¿Qué se fizo el rey Don Juan?

Esto lo leí hace aaaaños, me encantaba, hasta me la había aprendido de memoria -sólo esta estrofita-

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¿Qué se fizo el rey Don Juan?
Los infantes de Aragón,
¿qué se ficieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invención
como trujieron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?,
¿qué fueron sino verduras
de las eras?




(El ¿ubi sunt? del cantar y el ¿qué se fizo? de las coplas denuncian esta anulación de lo que ha sido por efecto del paso implacable del tiempo.

La repetición de esa fórmula sirve para subrayar con más fuerza la desaparición del pasado. ¿Qué se fizo el rey Don Juan? ¿Qué se ficieron los infantes de Aragón? ¿Qué fue de tanta invención que trajeron? ¿Fueron sino devaneos, las justas e los torneos? ¿Qué se ficieron las damas? ¿Qué se fizo aquel trovar? ¿Qué se fizo aquel danzar, y aquellas ropas chapadas? Casi toda esta parte de las coplas es una continua interrogación que sirve de base a una meditatio mortis.

Manrique es un cortesano que ha tenido ocasión de conocer todos los reyes y príncipes y grandes del siglo XV. Por las coplas van pasando sucesivamente Juan II y los infantes de Aragón, Enrique IV su heredero, el malogrado infante Don Alfonso, el Condestable Álvaro de Luna y los dos hermanos, maestres de las órdenes de Santiago y Calatrava, enemigos de los Manrique.

A todos estos reyes del pasado ha hecho desaparecer la muerte, pero al mismo tiempo también a las brillantes cortes de Don Juan con sus damas y trovadores, a las desmedidas dádivas y tesoros de Don Enrique, a los señores que siguieron a Don Alfonso, a las infinitas riquezas y villas y lugares de Álvaro de Luna, a la prepotencia de los dos maestres)

(Fuente)

diumenge, de maig 22, 2011

Introducing: Dios

Dios, Primer Ministro y gran sacerdote entre los grandes sacerdotes, no era un hombre religioso por naturaleza. La religiosidad podía tener efectos tan nocivos como afectar tu capacidad de juicio y volverte un poquito inestable, y no resultaba una cualidad deseable en un gran sacerdote. Bastaba con que empezaras a creer en ese tipo de cosas para que todo el asunto se convirtiese en una farsa.
Naturalmente Dios no tenía nada en contra de la fe. La gente necesitaba creer en dioses aunque sólo fuese por lo difícil que resultaba creer en las personas. Los dioses eran necesarios. Dios se limitaba a exigir que no le estorbaran y que le dejaran en paz para que pudiera desempeñar sus funciones sin interferencias.
El que tuviera el aspecto ideal para su oficio era una suerte, claro está. Si tus genes han decidido proporcionarte una estatura imponente, una calva que deslumbra y una nariz tan afilada que podrías tallar rocas con ella probablemente es porque tenían una idea muy concreta en mente para empezar.
Dios sentía una desconfianza instintiva hacia las personas propensas al entusiasmo religioso. Siempre había pensado que quienes sentían una inclinación natural hacia la religiosidad eran personas inestables con una molesta tendencia a los vagabundeos por el desierto y las revelaciones. Como si los dioses pudieran rebajarse hasta tales extremos y perder el tiempo con semejantes tonterías... Ah, y lo peor era que esa clase de personas nunca conseguían resultados tangibles. Empezaban a pensar qué rituales carecían de importancia. Empezaban a pensar que podías hablar con los dioses sin necesidad de intermediarios. Dios sabía que las divinidades de Djelibeibi disfrutaban del ritual tanto como las de cualquier otra tierra, y lo sabía con esa clase de certidumbre tan rígida e inflexible que se la puede utilizar como eje para hacer girar el mundo a su alrededor. Después de todo, ser una divinidad y estar en contra de los rituales venía a resultar el equivalente de ser un pez y estar en contra del agua.

Terry Pratchett, Pirómides

dimarts, de maig 10, 2011

Psicosis colectiva

Y resulta que hoy se dijo que están todas "muertas" por el profesor de Antropología.